Técnica mixta: collage, dorado a la hoja, polvo de bronce, cobre y aluminio y óleo sobre lienzo.
F. G. L.: 54 x 34,5 cm. R. L.: 40 x 30 cm. V. J.: 40 x 30 cm. M.H.: 24 x 18 cm. C.M.: 30 x 24 cm.
R. W.: 30 x 24 cm. S. J. I. C.: 50 X 40 cm. C.G y E.P.: 62 x 45 cm. A.M.L.: 40 x 30 cm. P.L.: 40 x 30 cm.
Con la colaboración de Alicia Garcés en las guirnaldas de flores.
“No volverás del tiempo subterráneo
No volverá tu voz endurecida
No volverán tus ojos taladrados”
Pablo Neruda
Esta es una serie de cuadros (en un deseo de que compongan a futuro un gran retablo), que recogen las imágenes de diferentes personas que trascienden la historia por haber constituido sus vidas, sacrificios humanos en nombre de ideas, luchas, políticas y poesía (aquella arma cargada de futuro). Persiguiendo siempre la utopía de un mundo más bello y más justo. A la manera de los mártires del cristianismo1, son señalados bajo la estética y las normas de la iconografía religiosa2 y, de esta forma, ingresan en el plano de lo sacralizado. En este caso, no por los milagros de intervención divina que otrora protagonizasen los personajes de la iglesia, que tanto han servido a la divulgación y convencimiento de la doctrina católica, sino por haber postulado, luchado y entregado sus vidas a causas humanistas que iluminan la esperanza y luchas actuales, en la construcción de un mundo mejor.
Si las ideas de izquierda tuviesen la misma divulgación y aceptación que las doctrinas religiosas, la humanidad se encaminaría a un sistema pacífico y de inclusión de una forma mucho más acelerada. Si la devoción que los sectores populares le rinden a figuras como la de Eva Perón en la Argentina, se extendiese de igual forma que la imaginería cristiana3, las ideas progresistas inundarían los espacios de pensamiento y debate en todos los niveles sociales del esquema político actual.
En definitiva, por qué no rendir tributo a aquellas y aquellos que también sacrificaron sus vidas por estos ideales, recogiendo sus historias, sus memorias y sus nombres para llevarlos como bandera a la victoria.
No se llorará sobre la sangre derramada, porque no habrá más lamentos sobre estos cuerpos. Habrá memoria y desde la tristeza que nos queda, desde el mar de luto, sólo una cosa es posible: luchar, seguir persiguiendo utopías, porque algún día el mundo que habitamos puede y será un lugar distinto.

Quienes conforman este grupo de mártires son venerados en tabernáculos de oro ficticio, cobre y plata, rodeados por guirnaldas florales, a la manera de las imágenes religiosas coloniales, que tanto se difundieron bajo la política de la contrarreforma en la América conquistada. La guirnalda de flores es un rasgo característico de la pintura americana, que encuentra un paralelismo en las ofrendas florales que se hacen a las imágenes religiosas en el ritual ceremonial. Aparecen en algunos casos ofrendas frutales, algo habitual también en la Pintura Colonial Americana.
En el caso de Federico García Lorca, en la parte trasera, aparece escrita una reversión (propia) de una elegía que el propio Lorca hizo al torero Ignacio Sánchez Mejías; esta vez en homenaje al poeta: ‘La aprehendida y la muerte’.
A las cinco de la tarde
Eran quizás las cinco en punto de la tarde
Un camino de Granada
Quizás a las tres, a las cinco o a las siete de la tarde
Un puñado de tierra bañado en rojo escarlata
¿A las cinco de la tarde?
Todo era muerte y sólo muerte
A cualquier hora, muerte sembrada por los campos de España
El calor rondaba ese agosto triste
A cualquier hora de la tarde
El estruendo de la guerra sonó ese día
¿Habrá sido a las cinco de la tarde?
Entre los pastos, muerte y sólo muerte
Cualquier tarde de cualquiera de esos días
A los costados del camino, la carne alimenta el lodo y las flores
Tal vez, a las cinco de la tarde
Los pájaros huyen al sonar el fuego sobre los cuerpos
En esos días de verano andaluz
Las campanas de la iglesia no lloraron por su muerte
Ni siquiera, a las cinco de la tarde
Los versos alegres esperaron en vano
El pasar de los días y sus tardes
Y los ojos se acongojan y nublan
Por esas tardes perdidas de una España rota
Después del fusil, silencio y calma
En algún árbol, a cualquier hora de esa tarde
La muerte se arrojó al monte, como un depredador hambriento
A las cinco, y a las seis, y a las siete, a todas horas de la tarde
No habrá ataúd ni cuerpo para llorarlo
A las cinco de la tarde
No hay dolor más grande, que el que siembra el olvido
Todos los años, todas las tardes
La tierra humedecida, abre paso lento en la España deshecha
Para gritar a todas horas
El yugo de los tiranos se posó sobre el pecho triste
A las cinco de la tarde
El haz de flechas se clavó en el corazón andaluz
Aquella desconocida tarde
Nos hundiremos en el mar de luto
A las cinco de la tarde
A todas horas y a ninguna, un llanto mudo ronda los olivos
Desde aquel terrible día
Díganle a la luna que venga
Para abrir paso entre la selva de pastos verdes
Que Federico ha montado el caballo de la muerte
Y han borrado la senda, para que no podamos encontrarlo
Que mi recuerdo se quema
Y ya va casi un siglo
Que Federico no vuelve
Y es porque nos lo han matado
1 Siendo el propio Cristo el primer personaje, icónico, que es sacrificado por su padre para salvar la humanidad; muerte a la cual se están remitiendo siempre los posteriores martirios.
2 Un fondo negro o azul plano, donde sucede lo trascendente; la presencia de dorado como color y metal destinado a la sacralización de las figuras desde la antigüedad; una aureola en pan de oro que destaca la presencia de lo divino; etc.
3 La pintura de imágenes religiosas ha sido una herramienta de campaña a lo largo de varios siglos, cobrando fuerza en tiempos del Barroco de la contrarreforma, en el siglo XVII en el sur de Europa, después trasladado y prolongado en la colonias americanas.